Dediquemos mucho tiempo a Dios, a la oración y a la adoración. Alimentémonos abundante e ininterrumpidamente de la palabra de Dios A nuestro corazón, cuya dureza conocemos, le hace falta mucho tiempo para amansarse, para humillarse en el contacto con la Hostia y empaparse del amor de Dios.
Fuente; Cardenal Robert Sarah. La fuerza del silencio. Madrid, Editorial Palabra. 2017. p 53.