Oh Trinidad Eterna. Por Santa Catalina de Siena

¡Oh Trinidad eterna, oh Deidad! Esta, la naturaleza divina, dio valor a la sangre de tu Hijo. Tú, Trinidad eterna, eres un mar profundo, donde cuanto más me sumerjo, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco. Eres insaciable, pues llenándose el alma en tu abismo, no se sacia, porque siempre queda hambre de ti, Trinidad eterna, deseando verte con luz en tu luz.
(...)Por haber experimentado y visto con la luz del entendimiento la luz de tu abismo y la belleza d e la criatura, Trinidad eterna, por eso, mirándome en ti, he visto que era imagen tuya, partícipe de tu poder, Padre eterno, y de tu sabiduría en el entendimiento. Esta sabiduría se atribuye a tu Hijo unigénito. El Espíritu Santo, que procede de ti y de tu Hijo, me ha dado la voluntad, pues soy capaz de amar.
Tú, Trinidad eterna, eres el que obra, y yo, tu criatura. He conocido que estás enamorada de la belleza d e tu obra en la nueva creación que hiciste de mí por medio de la sangre de tu Hijo.
 ¡Oh abismo, oh Deidad eterna, oh Mar profundo! ¿Qué más podías darme que darte a ti mismo? 
Eres fuego que siempre arde y no se consume: tú, el Fuego, consumes en tu calor todo el amor propio del alma; eres el fuego que quita el frío; tú iluminas, y con tu luz nos has dado a conocer tu Verdad; eres Luz sobre toda luz, que da luz sobrenatural a los ojos del entendimiento con tal abundancia y perfección, que clarificas la luz de la fe. En esta fe ves que mi alma tiene vida y con esta luz recibe la luz.

Fuente: Santa Catalina de Siena. Diálogos, pto 167. En Obras de Santa Catalina de Siena. Edición preparada por José Salvador y Conde. Madrid, BAC. 1996, pp 432-433.

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