Escrito sobre el aborto: Se impide una vida.. Por el P. Gustavo Seivane


Se impide una vida…
Un hombre acaba, deja de ser, se deshace a manos de otro, padece, sufre una irrefrenable violencia.
El no lo sabe. Otros han decidido. A oscuras se le impone a su propia madre como su tumba.
Una persona es violentada en su cálido hogar, en su amparo femenino, en una matriz pensada para la nutrición, en su nido protegido para levantar sueños y esperanzas.
El indefenso no tiene cómo huir, ni cómo esconderse, ni cómo esquivar las flechas del odio.
Le llueven las acometidas de la desidia, los embates de las ideologías, las mezquindades e imprudencias ajenas.
Le caen las lanzas impiadosas como clavos de desprecio. Se le desploman las redes de excusas, y los lazos de las irresponsabilidades, la cruda frivolidad, y los golpes de la ignorancia, tantas veces culpable por vencible.
Nadie lo piensa. Nadie lo quiere pensar. Nadie dice “es otro”, como yo, como vos, como aquel…
Hablan de otras cosas. Mienten con otras cosas. Eluden lo único que late de verdad, lo insoslayable, que “es otro”. Otro. Persona humana. Sujeto de derechos. Sujeto del primer derecho que es vivir… Imagen y semejanza de Dios.
Pequeñito: los escucho, y percibo cómo se babean de hipocresía… Les gusta discursear.
A veces, se llaman a sí mismos intelectuales. Y muchos son políticos, gobernantes, presidentes de clubes, o sociedades comerciales, o países. Hay artistas, periodistas, deportistas… falsos profetas.
Pequeñito: se conmueven por los pingüinos cubiertos de petróleo, y se preocupan con costosísimas campañas por impedir la caza de los leopardos, o se lamentan, y construyen sedes y secretarías, para que no haya más orquídeas envenenadas de humo.
Arrancan aplausos cuando subiendo la voz dan muestras de horrorizarse por el racismo, la discriminación, o cualquier tipo de segregacionismo.
Hacen comisiones para salvar el planeta… y curiosamente, pequeñito, te olvidan.
Pueden, sin escrúpulo, decidir ser tus verdugos. Y pueden hacerlo relajadamente tomando un vodka, animando una fiesta, o firmando tu sentencia de muerte con una Mont Blanc de oro, mientras dejan ver cómo se agitan sus gemelos Benson Clek.
Pequeñito, no te respetan como otro. No se quieren hacer responsables de tu persona. Tu grito silencioso no les duele. No se estremecen por tu fragilidad e inocencia. Te quieren erradicar, reducirte a nada, a menos que nada, a la negación sin más, la negación de tu vida aún antes de su despliegue en vivir.
Te niegan el sol. Los besos. La mirada. Un nombre, una madre, los sueños, amar, crear, dar vida, ser amado, conocer la verdad, alabar a Dios, estremecerte con la belleza, sentir tus latidos, sentir que sos…
Pequeñito, te ponen en sus proyectos como un problema. Te hacen blanco de abstracciones. Te suprimen, en un empleo criminal del poder.
Ni siquiera te permiten hacer de tu muerte una ofrenda, un libre don de ti mismo.
Muchos rezamos, pequeñito de Dios, para que en la Argentina, el Estado no se haga cómplice dando curso legal al aborto.

Padre Gustavo Seivane

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