La contemplación. Por Androkinof Constantin.

Ahora bien, a menudo se escucha la siguiente pregunta: ¿por qué hacer todo eso? ¿Por qué esos ejercicios espantosos, esos ayunos inhumanos, esa praxis rigurosa? ¿No basta con "salvarse" creyendo en Dios, aplicando el Decálogo y contentándose con la esperanza, aún a riesgo de resignarse a la ignorancia? Es, guardando las proporciones, como si se preguntara al alpinista por qué desea escalar el Himalaya, o al investigador o al artista por qué no se satisfacen con su intuición y desean realizar su obra. Quien se da a la contemplación no se contenta con la existencia, por irreprochable que parezca legalmente: desea anticipar, inaugurar la verdadera vida, es decir, ser inmortal, pues ha gustado la verdad ontológica que le permite liberarse de aquello que causa la corrupción y la muerte. Y, como ha revelado el propio Hijo de Dios, la vida eterna consiste en conocer a Dios (Jn., XVII, 3)


Fuente: Androkinof Constantin. Contemplación y Liturgia.

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